111 aniversario del aluvión que sepultó un pasado y dio nacimiento a una ciudad

(NOTI-RIO) El 29 de diciembre de 1914 no hubo nubarrones negros ni tormentas eléctricas que anticiparan el desastre. Mientras los pobladores del valle del Río Colorado se preparaban para despedir el año, a más de mil kilómetros de distancia, en la soledad de la alta cordillera, la tierra rugía.

No fue una inundación común. Fue un cataclismo geológico. El colapso del “Tapón de la Laguna” Carri Lauquen liberó una masa de 2.800 millones de metros cúbicos de agua, transformando el río en una muralla de barro, rocas y muerte que cambiaría la geografía y el destino de nuestra región para siempre.

El origen: El estallido de un gigante

A 1.500 metros sobre el nivel del mar, en el límite entre Mendoza y Neuquén, un dique natural contenía a la “Laguna Verde”. Tras años de presión y un deshielo inusualmente intenso, a las 16:00 horas de aquel fatídico día, la pared de rocas volcánicas cedió. En pocas horas, el nivel de la laguna bajó 95 metros. Una ola de 17 metros de altura inició su carrera mortal hacia el Atlántico a una velocidad de 11 km/h.

Punto de ImpactoTiempo desde el colapsoEfectos principales
Barrancas (Nqn)4 horasDestrucción total. Ola de 17 metros.
25 de Mayo (LP)22 horas110 víctimas fatales. El valle quedó bajo arena.
Catriel (RN)28 horasCultivos arrasados y 60 desaparecidos.
BUENA PARADA (Río Colorado10 a 12 díasInundación total de la zona baja.

Buena Parada: El epicentro de la tragedia local

Cuando el telegrama del Padre Panaro llegó desde Chos Malal con el escueto mensaje: “Anteanoche reventó laguna Carri Lauquen. Enorme avenida de agua arrasa valle… Asegúrense”, pocos pudieron imaginar la magnitud de lo que vendría.

Para la primera semana de enero de 1915, el agua llegó a Buena Parada, por entonces el corazón administrativo y social del distrito. Los testigos describieron el avance como un “mar de chocolate” espeso, cargado de animales muertos, árboles arrancados de cuajo y restos de viviendas de las colonias superiores.

Escenas de horror y valentía

La crónica de aquellos días es desgarradora. Familias enteras, al ver sus casas de adobe disolverse como azúcar en el agua, treparon a los techos de los vagones ferroviarios. La Estación de Tren, por estar en una zona ligeramente más elevada, se convirtió en una isla de hierro y ladrillo donde cientos de refugiados pasaron días de angustia.

“Las familias se llamaban entre sí para morir juntas o huir, pero el tumulto de las aguas apagaba las voces”, relata una de las crónicas rescatadas.

El Juez de Paz Pérez surgió como un héroe en medio del caos, organizando balsas improvisadas para rescatar a vecinos atrapados entre los algarrobales durante las noches de mayor crecida.

El inventario de la destrucción en Buena Parada fue total:

  • La Capilla de 1908: Orgullo del pueblo, se derrumbó por completo.
  • El Correo y el Juzgado: Los edificios fueron socavados; se perdieron libros de actas y documentos históricos invaluables que hoy nos permitirían conocer mejor nuestras raíces.
  • La Escuela: Los niños perdieron su lugar de estudio, y muchas familias perdieron hasta su última prenda de vestir, quedando en la miseria absoluta.

La cifra del desastre

Se estima que entre 300 y 500 personas perdieron la vida a lo largo de toda la cuenca. La fuerza del agua fue tal que miles de cabezas de ganado fueron arrastradas hasta el Océano Atlántico.

La consecuencia más profunda de la “Crezca Grande” no fue material, sino geopolítica. La destrucción de Buena Parada forzó un éxodo. Las autoridades y comerciantes decidieron abandonar la zona baja y trasladarse a las tierras altas, cerca de la estación ferroviaria, en lo que entonces se conocía como Pueblo Burnichón.

Así, de la tragedia de Buena Parada, nació el actual centro de Río Colorado. El pueblo abandonó su ubicación fundacional buscando la seguridad de la altura, dejando atrás el barro pero llevando consigo la resiliencia de quienes lo perdieron todo.

El telegrama que intentó ganarle tiempo a la tragedia

En medio de la incomunicación y los pocos hilos del telégrafo, quedó un mensaje que hoy suena como campanada:

“Anteanoche reventó laguna Carri Lauquen. Enorme avenida de agua arrasa valle del río. Asegúrense.”

Para algunos, ese aviso fue salvación. Para muchos otros, llegó tarde o no llegó.

En aquellos días, Buena Parada no era un sitio menor: funcionaba como cabecera del departamento Adolfo Alsina, tenía instituciones, capilla, escuela, juzgado, correo, archivos. Era centro social y administrativo, y también un punto de paso histórico en la ribera del Colorado.

Y, de pronto, el río dejó de ser río.

La llegada del agua: espesa, oscura, con olor a pérdida

Los testimonios coincidieron en una imagen: un “mar de chocolate”. No era agua limpia. Era una mezcla densa de sedimentos, ramas, cadáveres de animales, restos de viviendas aguas arriba. Lo que bajaba no traía solo fuerza: traía historias desarmadas.

La crecida alcanzó su momento más dramático entre el 6 y el 8 de enero de 1915, aunque el avance ya se sentía desde los días previos. En la estación ferroviaria —punto clave de referencia— el nivel subió con tal violencia que llegó a marcar zonas altas de puertas y ventanales, dejando señales que el pueblo aprendería a mirar como una cicatriz.

Los techos de la salvación

La escena se repitió con una crudeza casi cinematográfica: familias trepadas a los techos, abrazadas a lo poco que flotaba, esperando que el agua no subiera otro palmo.

  • Refugio sobre vagones y edificio ferroviario: la estación, por su leve altura, se convirtió en isla de ladrillo y hierro.
  • Días de encierro y frío: el aislamiento duró jornadas. La comida se improvisaba. El miedo no.
  • Solidaridad ferroviaria: empleados del Ferrocarril del Sud trabajaron sin descanso; hubo rescates, traslados forzados y discusiones con quienes no creían posible semejante desborde.

Inventario de una ruina

El golpe en Buena Parada no fue solo material: fue institucional y simbólico. Se cayó lo visible y también lo que sostiene a un pueblo por dentro.

Lo que se perdió o quedó herido:

  1. La Capilla (1908): inaugurada con orgullo, se derrumbó por completo.
  2. El Correo: socavado por la corriente, debió demolerse.
  3. Archivos históricos: en municipalidad y juzgado, el agua alcanzó estantes y destruyó libros de actas, documentos de tierras y registros. Lo que el barro se llevó aquí fue, literalmente, memoria.
  4. La Escuela: sufrió daños severos; los niños se quedaron sin aula y el pueblo sin futuro inmediato.

“Se llamaban para morir juntos o huir”

Una crónica rescatada por historiadores locales dejó una frase que todavía aprieta el pecho:
“Las familias se llamaban entre sí para morir juntas o huir, pero el tumulto de las aguas apagaba las voces.”


Después: Río Colorado, el agua en las calles y el tren como último borde

Cuando el aluvión llegó al área de Río Colorado, el drama cambió de forma: el valle inferior permitía que el río se abriera como un animal enorme. Los relatos hablan de un ancho que llegó a sentirse interminable, con calles convertidas en canales y casas que cedían.

“El rumor de cañoneo” y el salto del río

Un testimonio sitúa el inicio del terror con precisión emocional: a eso de las siete de la mañana, los vecinos escucharon algo “como un cañoneo lejano”. Después, el río saltó: salió de madre, invadió campo y población, y ya no hubo rodillas mojadas, sino mesas flotando, muebles a la deriva y viviendas de madera que se desarmaban bajo el empuje.

El ferrocarril: rescate, refugio y frontera

En Río Colorado, el ferrocarril no fue solo transporte: fue estructura de emergencia. Hubo trenes de auxilio con decenas de vagones. Hubo evacuaciones “a la fuerza”, porque muchos pobladores —confiados en que el Colorado “nunca” podía llegar tan lejos— se negaban a irse.

La imagen más fuerte de esos días quedó escrita en varias versiones:

  • vecinos sobre techos de vagones,
  • estaciones convertidas en campamentos,
  • y rescates improvisados en botes, de noche, entre barro y silencio.

El tren no pudo con todo: terraplenes cedieron, tramos enteros de vías quedaron inutilizados, y la región se aisló. Pero sin ese hierro, la cuenta de muertos habría sido aún más feroz.

Héroes anónimos en una orilla sin monumentos

  • El Juez de Paz Pérez: organizó balsas improvisadas y rescates en noches críticas.
  • Ferroviarios sin descanso: sostuvieron refugios, evacuaciones y logística con vías que desaparecían bajo agua y arena.
  • Vecinos a caballo y a pulso: muchos salvatajes se hicieron entrando al río con animales, sogas y tablas.

El gran giro: del pueblo bajo a la ciudad alta

La consecuencia más profunda no fue solo el barro en las casas. Fue un cambio de mapa.

Con Buena Parada devastada y la evidencia de que el bajo era vulnerable, instituciones y comercios comenzaron a trasladarse hacia las tierras más altas cercanas a la estación (la zona mencionada como Pueblo Burnichón). En términos simples: el desastre empujó el nacimiento del “nuevo” centro urbano.

No fue una decisión de un día. Fue una conclusión colectiva: si el río podía volver a hacer esto, había que vivir donde el río no llegara.

Buena Parada, que había sido “el corazón”, quedó desde entonces marcada por un destino distinto: barrio, periferia, recuerdo. Y, al mismo tiempo, semilla del Río Colorado que crecería después.


Cronología breve | Del estallido al valle inferior

  • 29 de diciembre de 1914 (16:00): colapsa el “tapón” de Carri Lauquen.
  • 29 de diciembre (noche): impacto devastador en Barrancas; ola enorme.
  • 30 de diciembre: tragedia mayor en 25 de Mayo y Catriel (muertes, desaparecidos, valle sepultado).
  • Primeros días de enero de 1915: la crecida avanza hacia el valle medio y baja cuenca.
  • 6 al 8 de enero de 1915: pico de la creciente en el área de Buena Parada / Río Colorado.
  • Desde el 9 de enero: comienza el descenso que permite moverse, rescatar, enterrar, contar.

“Sabías que…” (para el margen del artículo)

  • Las marcas del agua: en edificios históricos vinculados a la estación y zonas antiguas, se han buscado placas o señales del nivel alcanzado por la crecida.
  • Lo que se perdió no se recupera: la destrucción de actas, registros y papeles de tierras dejó vacíos difíciles de reconstruir incluso décadas después.
  • Antes y después: antes de 1915, Buena Parada era central; después, el eje social y comercial se desplazó hacia el entorno más alto y ferroviario.

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