Muy queridos hermanos y hermanas:
1.- Con renovada esperanza y alegría nos saludamos: Cristo ha resucitado, El vive entre nosotros, El es “el Señor de la historia”. Una vez más, reafirmamos nuestra fe en Jesús Resucitado que está siempre entre nosotros, como lo hicieron los primeros cristianos según leemos en los diversos y variados relatos que nos narran como el Señor se apareció a sus discípulos y apóstoles una vez que Resucitó.
Confesar que Jesús ha resucitado, reconociéndolo como el Señor, es vivir lo que Juan nos comparte: Los discípulos con Pedro “salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo para comer?». Ellos respondieron: «No». Él les dijo: «Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán». Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: «¡Es el Señor!». Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar» …. Luego Jesús les dijo: «Vengan a comer». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres?», porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado…” (Jn.21,1-14).
Vivir la Resurrección es llenarse de alegría y entusiasmo, ahuyentar el desánimo, reiniciar el camino, reencontrarse y trabajar juntos, dejarse guiar y alimentar por el mismo Jesús. Es vivir la nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe.
El Resucitado está y se manifiesta al amanecer, venciendo las tinieblas que pareciera que quieren instalarse para siempre, Él llama y envía cuando todo hace pensar que ya nada se puede realizar, Él renueva la comunión cuando el fracaso parece invitar a distanciarse unos de otros, Él reúne y alimenta con su propia vida para continuar el camino.
2.- Esta manifestación profunda, gratuita y renovadora de Cristo Resucitado se da siempre en personas que han descubierto que la vida se ha de recorrer en comunión. Los evangelios no nos ocultan que esa comunión no siempre es perfecta, es más bien frágil e incompleta, a veces es más un anhelo que una realidad, pero está y en esa realidad se manifiesta Cristo.
A su vez desde el encuentro y el reconocimiento en la fe de Jesús Resucitado nace y crece la comunión de los discípulos. El Papa Benedicto XVI nos lo recuerda: “Por la fe, los discípulos forman la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos” (Porta Fidei 13e).
Celebrar en este año de la Fe el misterio de la muerte y resurrección de Jesús ¿no será un llamado a vivir más en profundidad nuestra con-vocación a la comunión eclesial?. Dice Aparecida: “Ante la tentación, muy presente en la cultura actual, de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales individualistas, afirmamos que la fe en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial y ella nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia Católica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión. Esto significa que una dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y de comunión con los sucesores de los Apóstoles y con el Papa” (DA 156)
Aceptar a Jesús Resucitado es elegir y adherirnos a vivir la comunión de la Trinidad. Esto ha de manifestarse día a día: en el encuentro personal con Jesús resucitado participando en la reflexión comunitaria de la Palabra de Dios y de la Misa, orando en comunidad, dialogando, buscando desde el Evangelio coincidencias, planificando y trabajando juntos, respetando y valorando a unos y otros en su diversidad, apreciando las riquezas de las distintas vocaciones, optando siempre por la reconciliación. Viene bien aquí recordar y hacer nuestro lo de San Agustín: “Unidad en lo esencial, libertad en lo opinable, caridad en todo”.
3.- Teniendo aún muy presente al Papa Benedicto XVI y su gesto lleno de humildad y amor que lo llevó a renunciar a su servicio como Obispo de Roma y sucesor de Pedro, en esta Pascua, queremos dar gracias a Dios por regalarnos al Papa Francisco.
Desde las reflexiones del Concilio Vaticano II escuchamos: “Jesucristo, Pastor eterno, edificó la santa Iglesia enviando a sus Apóstoles lo mismo que Él fue enviado por el Padre (Jn 20,21), y quiso que los sucesores de aquéllos, los Obispos, fuesen los pastores en su Iglesia hasta la consumación de los siglos. Pero para que el mismo Episcopado fuese uno solo e indiviso, puso al frente de los demás Apóstoles al bienaventurado Pedro e instituyó en la persona del mismo el principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de fe y de comunión” (LG 18). ¡El Papa es por lo tanto el servidor de la unidad de la fe y de la comunión eclesial!
Qué bueno entonces en esta Pascua sentirnos llamados a renovar nuestra vocación a la comunión eclesial celebrando con mucha alegría la elección a servir como Pastor universal de la Iglesia al Cardenal Jorge Mario Bergoglio sj, nuestro compatriota y, como él nos pide, rezando por su misión de evangelizar a los hombres y mujeres de todo el mundo y por la ardua tarea de conducir la frágil barca de la Iglesia en medio de las tormentas de la historia que nos toca vivir.
4.- Renovando en esta Pascua nuestra con-vocación a la comunión eclesial no podemos dejar de escuchar el llamado a ser siempre más una Iglesia misionera. La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí. La comunión es misionera y la misión es desde y para la comunión.
El Documento de Aparecida nos dice: “la Iglesia atrae cuando vive en comunión, pues los discípulos de Jesús serán reconocidos si se aman los unos a los otros como El nos amó” (DA 159). ¡Gran responsabilidad nos compete entonces!
No olvidemos, por fin, que en el camino que vamos recorriendo con motivo de la celebración del bicentenario de nuestra Patria (2010-2116) debemos asumir con renovada comunión eclesial nuestra vocación de ser “luz”, “sal” y “levadura” del Reino en esta nuestra historia. “Cuando más la Iglesia refleja, vive y comunica ese don de inaudita unidad, que encuentra en la comunión trinitaria su fuente, modelo y destino, resulta más significativo e incisivo su operar como sujeto de reconciliación y comunión en la vida de nuestros pueblos” (DA 524).
Que esta Pascua nos movilice entonces desde Cristo a un mayor compromiso por:
§ la familia como el lugar en el que se generan los valores comunitarios más sólidos y se aprende a amar y ser amado,
§ la educación que promueva el valor y el cuidado de la vida, el desarrollo integral de la persona y las acciones que aseguran la convivencia social.
§ la paz social que se logra, en gran parte, con el trabajo dignamente remunerado para todos, y con el protagonismo de todos en las decisiones que hacen a la vida cotidiana en orden al bien común.
§ el diálogo fraterno y respetuoso que nos permita alcanzar el objetivo principal de construir una patria más justa, más fraterna, que sea casa para todos.
Los saludamos invocando la bendición de Dios Padre que nos trae Cristo Resucitado regenerando en nosotros una vida nueva. ¡Aleluya! María en su maternidad nos enseñe a construir la comunión día a día.
Abril del 2013
Virginio D. Bressanelli, scj (Obispo de Neuquén) Marcelo A. Cuenca (Obispo de Alto Valle del R. N.), Miguel Ángel D’Annibale (Obispo de Río Gallegos), Joaquín Gimeno Lahoz (Obispo de Comodoro Rivadavia) Esteban M. Laxague, sdb (Obispo de Viedma) Fernando C. Maletti (Obispo de San Carlos de Bariloche) José Slaby, C.Ss.R. (Obispo de la Prelatura de Esquel) Miguel E. Hesayne (Obispo emérito de Viedma) Marcelo A. Melani, sdb (Obispo emérito de Neuquén) Néstor H. Navarro y José Pedro Pozzi, sdb (Obispos eméritos de Alto Valle R. N.)
