hoy a partir de las 9 de la mañana en el edificio de los Tribunales roquenses se desarrollará la segunda jornada del juicio oral y semipúblico que se le sigue a Susana Graciela Freydoz por el asesinato del extinto gobernador Carlos Ernesto Soria.
Nuevamente los hijos del matrimonio serán beneficiados con la declaración a puertas cerradas sin público, ni prensa.
Entre otros testigos, se supo extraoficialmente que declararían en la jornada, el intendente roquense Martín Soria y su hermano Carlos Ernesto hijo, también lo haría la esposa del jefe comunal Leyla Aschkar, un tío de los hijos del matrimonio Angel Pedroza y el actual presidente de Canal 10 y funcionario cercano al fallecido mandatario, Julián Goinhéx.
Desde el Poder Judicial se negaron a confirmar oficialmente los testigos de la segunda audiencia, e indicaron que se informará oficialmente la nómina de citados a declarar en la jornada minutos antes del inicio de la audiencia.
Seguramente, de declarar los hijos de Soria, se repetirá el beneficio de prestar testimonio a puertas cerradas que se analizó a pedido de la Fiscal Laura Pérez y del defensor de Freydoz, Alberto Richieri y que fue aprobado con el voto favorable del presidente de la Cámara Criminal Primera Carlos Gauna Kroeger, con el acompañamiento del vocal Fernando Sánchez Freytes.
El único rechazo a esta medida lo manifestó en la primera audiencia la vocal María Evelina García Balduini, quien votó en contrario y argumentó que “este juicio debería ser sobre todo público”.
Señaló la magistrada que lo que declararon los hijos del matrimonio en la etapa de instrucción se difundió ante el público y la prensa cuando se leyó en público parte de la requisitoria de elevación de juicio que hizo el fiscal Miguel Fernández Jadhe.
“El sólo prurito de la intimidad”, no justifica las declaraciones a puertas cerradas, cerró García Balduini.
”¡¿Qué le hiciste a papá?!, ¡sos una hija de puta!”
“Pese a todo te sigo extrañando”, se supone que decía un mensaje de texto que el asesinado gobernador, Carlos Soria, le había enviado a su amante. Su viuda, Susana Freydoz, única imputada, lo vio y estalló de celos, según testimonios de sus hijos y amigas íntimas.
Era 31 de diciembre y hacía un calor insoportable. Esa tarde, Susana no preparó las copas ni pasó horas frente al espejo eligiendo su ropa más elegante. En cambio, mientras su marido probaba un lugar en la pared para colgar un llavero, ella lo toreó : “Queda horrible”. El, lo revoleó y no le contestó. Más tarde, cuando él empezó a cortar el pernil, ella le recriminó : “Lo estás cortando muy grueso”. El la miró, apoyó la cuchilla y le dijo: “Entonces cortalo vos”. Anocheció y con la familia sentada a la mesa y un karaoke de fondo, él agarró un micrófono y empezó a cantar un tango mientras bailaba con sus nietas. Ella, delante de todos, le dijo: “Estás haciendo el ridículo. En público”. El no le contestó. Pero cuando se hicieron las 12, brindó con todos menos con ella. Lo que se estaba gestando era el final de una semana frenética y obsesiva: después de meses de perseguirlo por la ciudad y de investigarle los
teléfonos para descubrir una infidelidad, había encontrado un mensaje que el flamante gobernador le enviaba a su amante: “Pese a todo te sigo extrañando”.
Susana Freydoz (61) llegó ayer a la primera audiencia del juicio en un auto del hospital en el que está internada desde que mató a su marido, el entonces gobernador de Río Negro Carlos Soria. Está acusada de homicidio calificado por el vínculo, agravado por el uso de armas de fuego, y la única manera de evitar o atenuar una cadena perpetua es mostrarse así: dopada y víctima de un trastorno psiquiátrico. Se negó a declarar, mantuvo la mirada en el piso y lloró cuando escuchó lo que sus hijos habían dicho de ella. Fue autorizada a permanecer en una sala contigua mientras se lleve a adelante el juicio.
En cambio, sí declararon ayer ante los jueces Carlos Gauna Kroeger, María García Balduini y Fernando Sánchez Freytes su hija María Emilia (lo hizo a puertas cerradas), el novio de ella, Mariano Valentín, y dos policías que estaban de custodia la madrugada del crimen.
“Cuando llegué mi viejo estaba desnudo y tenía sangre en los oídos, pero aún respiraba. Corrí al baño y me encontré a mi mamá acurrucada en el piso forcejeando con mi hermana. Le grité: ‘¡¿Qué le hiciste a papá?! ¡Sos una hija de puta!’ Nunca me voy a olvidar de la mirada que tenía: oscura, como un perro cuando muerde”. La declaración, que ayer leyeron en voz alta, es de Martín Soria, uno de los cuatro hijos de la pareja y actual intendente de General Roca. Esa madrugada, cuando se fueron todos, Carlos Soria apiló las sillas, entró a la chacra, dio un portazo y se metió en el dormitorio. “Ella lo siguió –declaró Emilia, la única hija que estaba en la chacra–. Enseguida discutieron. Ella le gritaba: ‘¡Por tu culpa me voy a matar!’ Y él le decía: ‘Estás loca’. Cuando escuché el disparo, entré. Mi mamá tenía la expresión de un monstruo. Me miró y me dijo: ‘La bala era para mi’. Y empezó a correr
para todos lados, quería agarrar el arma. Gritaba: ‘¡Dejame terminar con esto!’”.
Fueron sus hijos y tres amigas íntimas quienes ayer empezaron a destejer. Describieron a una mujer que justo cuando acababa de conquistar su deseo –él, por fin, gobernador; ella primera dama– se obsesionó con la posibilidad de que “un gato” se lo arrebatara. Contaron que Susana le revisaba el celular, copiaba los teléfonos y llamaba a uno por uno para ver de quiénes eran. Que durante la campaña se escondía en su auto cerca de la municipalidad –antes de ser gobernador por 21 días, Soria fue intendente– para ver con quién salía. Que obligó a una secretaria a dejarla revisar la computadora de su marido. Que siempre había querido controlarlo: que, alguna vez, le puso Lexotanil picado en el mate para que se quedara en casa.
Hasta que, una semana antes de matarlo, encontró las pruebas: una tal Paula, kinesióloga de 36 años, amenazaba con su juventud robarle lo que le pertenecía. Encontró el mensaje y se lo mostró a sus amigas. “Separate, Susana”, le aconsejaron ellas.
“A esta altura de mi vida yo no se lo voy a regalar a ninguna chirusa”, contestó. Y empezó a montar guardias en la puerta de la casa de la amante. “Tenés que ir a un psicólogo”, le dijeron los hijos. No quiso.
Una primera dama tiene una imagen que cuidar.
Después, el drama. Aquella madrugada, cuando llegó la ambulancia, Soria había sufrido un paro cardiorrespiratorio.
La bala del revólver calibre 38 le había entrado por debajo del ojo izquierdo , le había fracturado el cráneo y se había alojado en el cerebro. Su yerno lo había inclinado hacia adelante para evitar que se ahogara con su propia sangre. Intentaron reanimarlo pero cuando le tocaron las córneas, ya en el hospital, y vieron que había perdido el último reflejo, anotaron fecha y hora de la muerte : 4.47 del primer día de 2012.
Freydoz nunca estuvo presa y sigue internada en una clínica
Susana Freydoz, única imputada en la causa, nunca estuvo presa. Aunque está procesada por el delito de homicidio calificado por el vínculo y agravado por el uso de armas de fuego –figura fijada el 27 de enero por el ex juez de instrucción y hoy camarista Emilio Stadler y ratificada el 23 de mayo por la Cámara Primera del Crimen– nunca recibió prisión preventiva. En esta ciudad se comenta que el hecho de que nunca haya estado presa tiene que ver con mantener la imagen de la familia. Hay que tener en cuenta que su hijo Martin es el intendente de General Roca.
Ayer a la mañana el abogado defensor de Freydoz, Alberto Richieri, habló con los medios acerca de la condición de “presa VIP” de su clienta, como muchos definen la situación. “Todos los pseudo privilegios son por razones médicas. ¿Cuántos jueces mandan a la cárcel a alguien que puede atentar contra su propia vida?”, se preguntó.
Es que desde hace 9 meses Freydoz (que el 18 de abril cumplió 61 años) permanece internada en la habitación 9 del hospital Doctor Pedro Moguillansky de Cipolletti, donde recibe tratamiento psiquiátrico y está acompañada las 24 horas. Es que en la etapa final de su matrimonio con Soria detrás de los celos aparecía la depresión, y varias veces –según contó uno de sus hijos– mezclaba pastillas que le robaba a su esposo con alcohol.
Además, sin restricciones legales que se lo impidan, habitualmente es trasladada en una ambulancia para que haga ejercicio físico en dependencias externas.
La resolución de la Cámara del Crimen que mantuvo la figura penal se dictó como respuesta a las autoridades del hospital, que pretendían “deslindar responsabilidades” sobre eventuales inconvenientes por la permanencia de Freydoz en el centro estatal. Los jueces ratificaron, como sostiene ahora su abogado, que la internación se había definido con la finalidad de evitar actos de autoagresión, y que la custodia policial permanente era indispensable para que no existan “represalias por parte de terceros”. “Por el momento –escribieron los jueces en el fallo– no se advierten razones médicas que aconsejen modificar el régimen oportunamente dispuesto”.
Esas cosas de la condición humana
Por Ricardo Roa. La primera madrugada del año, Susana Freydoz mató de un tiro a su esposo Carlos Soria, el gobernador de Río Negro. Se lo pegó en la cara, en el dormitorio que compartían, como si hubiese querido borrarle la identidad.
Desde siempre se sospechó que Soria tenía una amante y que eso había desatado el drama. Un mensaje de texto suyo, conocido ayer al comienzo del juicio, parece confirmarlo: “Pese a todo, te sigo extrañando”, le dice el gobernador a una masajista mucho más joven que su mujer. Ella encontró ese mensajito en el celular de su marido (ver Un Sms amoroso, clave en el…).
Apenas oyeron el balazo, la hija y su novio entraron a la habitación y hallaron a Soria ya sin vida en la cama y a Freydoz con un revolver en la mano. Al rato apareció Martín, otro de los cuatro hijos: “Hija de puta, qué le hiciste a mi papá” , le gritó. Pocas cosas pueden ser tan horrorosas.
Los testimonios quedaron registrados en el juicio. La vida privada y la de los amores es curiosa. Hay una delgada línea roja que separa el amor del odio. Pero aquí hay otra cosa.
No es delgada la línea que separa el odio del asesinato.
Los Soria eran una de esas parejas a las que desgastan mal los años de convivencia. Ella provenía de una familia acomodada y él era hijo de un carnicero.
Habían armado un team para llegar a la cima del poder provincial.
Freydoz lo apuntaló en toda su carrera política pero a medida que él iba subiendo, ella sentía que también iba desplazándola.
Pasó claramente cuando llegó a la gobernación en diciembre del 2011. Soria la engañaba.
Hay tantas razones para la infidelidad que a menudo no es tan simple condenarla, aunque siempre es dolorosa. La vida privada siempre es compleja y cuando está atravesada por el poder puede volverse más todavía.
Fue un descenso a la nada, a los infiernos.